Muchos de nosotros vivimos quejándonos de la ciudad o del pueblo en el cual vivimos. Sin embargo cuando en alguna oportunidad hemos visitado otros lugares, por más hermosos que estos sean, después de un tiempo tendemos a añorar el propio terruño.
Cierto que sería de ingenuos negar los defectos de nuestro barrio, pueblo, estado, ciudad o país; pero aún viendo tantas cosas para mejorar, lo sentimos como nuestro. Es el lugar donde Dios quiso “sembrarnos”, al menos por un tiempo, el cual se extenderá más o menos, según las circunstancias de vida de cada uno de nosotros.
Escrito por: Elkin Andres Zuluaga
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